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Chao azura!

Italia se quedó  sin mundial después de 59 años, por primera vez desde 1958. La Nazionale no estará en un campeonato del mundo. El conjunto de Ventura no fue capaz de dar la vuelta al 1-0 de la ida, que coloca a Suecia en Rusia. Nadie en toda Italia quería creerlo. De hecho, contemplar tan siquiera la posibilidad ya era visto como una traición a la patria (futbolera, se entiende). Pero ocurrió como suceden las tragedias más inesperadas, de manera inmisericorde. De la misma forma que caen los chaparrones más contundentes, con enormes gotas que calan el cuerpo y atormentan el alma. Porque Italia no estará en el Mundial de Rusia 2018, después de que en 180 minutos no fuera capaz de hacerle un gol  a Suecia, a la que le bastó con defender el resultado de la ida (1-0) para lograr un objetivo titánico. Una selección que ocupa el 25 puesto del ranking FIFA (Italia es la 15ª), y que el pasado año despidió a la mayor estrella que haya dado su país en las últimas décadas, Zlatan Ibrahimovic. En estas circunstancias ha logrado una de las mayores gestas de su historia, dejar fuera a una selección que acumulaba hasta este histórico batacazo 14 Mundiales consecutivos, desde 1958 hasta 2014. Que ganó los dos primeros que disputó en 1934 y 1938, y que volvió a hacerlo en 1982 y 2006. Aunque presumir de currículo resulte inútil, nada mejor que mirar al pasado para entender el presente.
En Italia se espera una tormenta de cambios. Es probable que todos aquellos con un mínimo de responsabilidad sobre lo ocurrido salten por los aires. La marcha de Giampiero Ventura del banquillo es segura, e incluso la de Carlo Tavecchio, presidente de la Federación, sería todo menos sorprendente. Pero el adiós más doloroso e irreparable será el de un icono que llegó a desafiar la inmortalidad. Gianluigi Buffon se aventuró a dejarlo claro tras el partido. No habrá ni sexto Mundial ni más partidos con La Azzura para el mejor portero que haya dado Italia, uno de los caballeros más elegantes de un deporte en el que los egos golpean el sentido común. No en su imponente figura. Sus lágrimas, antes y después de que acabara el partido, quedarán en el recuerdo como el peor broche posible para un futbolista gigante.
No puede haber consuelo para uno de los equipos que mejor ha representado la devoción por el juego, exponente máximo de eso que se llama competitividad, pero que ayer se topó con la realidad. Pues no hay premio en la insistencia si no es con cordura. El fútbol, tan cruel en ocasiones, también resulta transparente cuando no hay reflejo al otro lado. No basta con querer marcar un gol, hay que plantear un camino hasta él, y en Italia, esta última Italia, no está nada claro cómo hacerlo, y con semejantes carencias no se puede alcanzar un Mundial.



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