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Baltazar Medina, presidente de ODEBO

Detrás del hombre serio, a veces inexpresivo de Baltazar Medina, actual presidente del Comité Olímpico Colombiano y nuevo presidente de la Organización Deportiva Bolivariana, ODEBO, se esconde una historia humana de superación y de gratitud con la vida, y muy diferente a la del común denominador de dignatarios que han ocupado ese cargo.
Baltazar Medina, montañero de arepa y carriel, nacido en las laderas de Sopetrán, Antioquia, debió salir cuando tenía 12 años, condenado por la violencia de los años cincuenta y por el “delito” de pertenecer a una familia liberal. Luego de luchar con su madre contra la pobreza de los primeros años en Medellín; de aguantar y derrotar el hambre; de pagarse su estudio con inmensos sacrificios; de ser profesional, y de lograr la estabilidad ideal deseada, volvió a aquella casa de la infancia, quizá para recuperar el tiempo no recorrido o tal vez para encontrarse con los fantasmas que no alcanzó a conocer por completo en la infancia.
“Uno vuelve siempre / a los viejos sitios / donde amó la vida / entonces comprende / cómo están de ausentes / las cosas queridas…Esta estrofa forma parte de la canción Las simples cosas, de Mercedes Sosa, una de las preferidas de Baltazar Medina, que encierra aquel sentimiento que lo llevó treinta años después de salir apresurado de la casa paterna, sin nada encima a excepción del miedo, a comprar aquella casa de Sopetrán, que convirtió, en la cima de los años, en la sede campestre de sus mejores recuerdos.
En este episodio se dibuja gran parte de la personalidad del presidente del Comité Olímpico Colombiano: claro, para escoger sus metas; paciente para esperar; perseverante, para coronarlas; líder, para arrastrar tras de sí hasta sus más caros sueños, y sentimental, para conmoverse con “las cosas simples”.
El sueño de comprar y volver a la casa de la infancia, tal vez quedó sembrado en lo profundo de su corazón, cuando con 12 años la miró y decidió que algún día entraría de nuevo, pero como dueño y así fuese con otra historia encima, diferente a aquella truncada por la irracionalidad del ser humano.
Desde entonces le siguió el rastro, supo quiénes fueron sus dueños durante 30 años, hasta cuando tuvo los recursos económicos suficientes. Entonces no esperó más: hizo una oferta, que le pareció demasiado pequeña para la inmensidad de lo que sentimentalmente la casa encerraba, y la compró como su residencia campestre, pero también como el rincón de los recuerdos de niño.
Ese es Baltazar Medina, el actual presidente del COC, un hombre sentimental lleno de humanidad y voluntad de servicio, pero también de autoridad, liderazgo y sentido práctico para la toma de decisiones.
Violencia, dificultades y superación
Baltazar Medina nació el 30 de octubre de 1947. Sus primeros 12 años fueron difíciles, por la violencia partidista desatada tras el asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, que desató una guerra entre liberales y conservadores, que cobró más de 300.000 muertos en el país. Todas las noches, él y su familia se acostaban con el temor de ser asaltados por hordas criminales, que arrasaban el campo colombiano y se llevaban a cuanto cachiporro o liberal existiera.
Pero fueron más difíciles los años posteriores, en Medellín, acompañado de su mamá y su hermana, con quienes debió vencer todos los obstáculos atravesados por la pobreza. Empezó a estudiar a los ochos años, que era la edad mínima para aceptar a un estudiante, en la Preparatoria Luciano Pulgar, de la cual pasó interno a la Normal Nacional de Varones, hoy Normal Superior de Medellín, en donde cursó el bachillerato.
Porque era joven le gustaba la práctica de los deportes, en especial, el baloncesto, la gimnasia y la natación, en la piscina de la Normal. Pero en ese joven había un adulto -tal vez por la madurez anticipada que le regaló la vida- que lo llevó a inclinarse por la dirigencia. “Siempre tuve liderazgo, pero también vocación de servicio”, dice.
Con 18 años fue nombrado presidente del Club Deportivo Escuela Normal de Varones, Esnova, que fue su primer cargo en el deporte. Durante dos años conoció el deporte, porque el club estaba afiliado a las ligas deportivas antioqueñas de atletismo, baloncesto, fútbol, gimnasia y béisbol, deporte este que había llegado a Medellín, con los jóvenes costeños venidos de sus tierras en busca de oportunidades de estudio. Del Esnova surgieron algunos deportistas de alta competencia, como el atleta Migdonio Palacios, quien poco después sería campeón suramericano de los 100 metros; Pacho García, futbolista de los Millonarios, y Humberto Tucho Ortíz, futbolista y técnico, entre otros.
“En ese momento sentí que por ahí era la cosa, que yo tenía algo y convocaba a otros para trabajar”, dice.
Productivo ciclo en la Universidad de Antioquia
A los 20 años terminó el bachillerato e ingresó a la Universidad de Antioquia a estudiar Biología y Química, pero cuando cursaba tercer semestre, el alma Mater abrió la facultad de Educación Física y Deporte, y no lo dudó un segundo: cambió de carrera.
Si precoz había sido para la dirigencia deportiva, precoz también fue para la docencia, porque, obligado por la necesidad debió multiplicarse para conseguir recursos para la supervivencia. Por esa razón, alternaba sus estudios, con la actividad docente en colegios de Medellín, como el Instituto Conrado González, y los colegios del Verbo Divino y Santa Clara de Asís, lo mismo que con la dirección técnica del equipo de baloncesto de Enka de Colombia.
Esa intensa actividad aumentó su ciclo universitario y se vino a graduar en 1976, como Licenciado en Educación Física y Deporte. En 1977 ganó una convocatoria para ser profesor de tiempo completo en la Universidad de Antioquia, cargo en el cual estuvo sólo un año.
En 1978 empezó a trabajar como profesor en comisión con el Convenio Colombo-Alemán, en el cargo de Jefe de la Sección de Documentación e Información, desde el cual contribuyó a la construcción de la Biblioteca Especializada de la Universidad de Antioquia.
En 1979 volvió a su alma Mater, como Jefe del Departamento de Educación Física de la Facultad de Educación. En 1985 pasó a ocupar la Dirección del Instituto de Educación Física y Deporte, cargo equivalente al de los decanos de las otras facultades.
Durante un largo periodo integró las ligas antioqueñas de judo, gimnasia y baloncesto. En la última alternó en varios periodos como reconocidos dirigentes como Antonio Roldán Betancur, el recordado gobernador de Antioquia que fue asesinado; Alberto Builes, también gobernador; Héctor Arango Ángel, ex representante a la Cámara; Héctor Vieira Atehortúa, ex diputado, y Héctor Vélez, actual gerente del COC, en el tema administrativo.
Cierre de la vida laboral fuera del deporte
En 1982 Baltazar Medina comenzó su carrera en la administración pública, al ser nombrado Director de Coldeportes de Antioquia, cuando era un organismo descentralizado.
En los años noventa fue elegido vicepresidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, bajo la presidencia del licenciado Jorge Tenjo.
En 1991, Baltazar Medina ocupó el cargo de director de Educación y Deporte de la Secretaría de Educación de Antioquia, en el cual permaneció hasta 1995, fue designado en la Subdirección para la Juventud, de la Gobernación de Antioquia.
En 1996 fue nombrado director de Recreación y Deporte de Comfama y en el 2003 cerró su vida productiva en un campo totalmente diferente, al ser escogido por el gobernador de Antioquia, Eugenio Prieto, como Gerente de la Beneficencia de Antioquia.
“Cuando el gobernador me iba a nombrar le dije que en ese tema yo tan sólo sabía comprar lotería. Él me respondió que tenía algunos problemas y que yo era la persona indicada para ayudarlo a solucionarlos. Ante este voto de confianza, me sentí obligado a aceptar”, dice.
Ocho meses después se pensionó. Aunque su intención era volver al deporte recibió una interesante propuesta para ser el gerente de la Organización Gremial de Operadores Privados de Juegos de Azar, cargo que le exigió trasladar su residencia a Bogotá.
De los años 2004 a 2008 volvió a la dirigencia deportiva, como vocal de la Federación Colombiana de Ciclismo, en la administración de Ettore Sangiovanny.
La “impensable” meta del COC
En el 2010 Baltazar Medina estaba lleno de vitalidad y amor por el deporte, pero no tenía vínculos con alguna entidad afín.
Dice: “Nunca había planeado llegar al máximo cargo deportivo del país. Esa meta era impensable. Por eso, cuando algunos dirigentes deportivos de federaciones me formularon la invitación para ser su candidato en al asamblea del año 2010, acepté, porque sabía que tenía todavía mucho que brindarle al deporte.
“Cuando me eligieron acepté con la misma humildad y voluntad de servicio que me han caracterizado en la vida porque, a pesar de mis ocupaciones laborales tenía claro que podía disponer del tiempo necesario para atender los asuntos importantes del COC. Además, tenía el conocimiento y la experiencia para continuar con una gestión que en los últimos años yo había calificado como positiva, a favor del desarrollo deportivo. Debíamos conservar lo bueno, que era todo, y aportar algunas ideas nuevas”.
Desde el primer día en la presidencia del Comité Olímpico Colombiano ha valorado lo que sus antecesores han hecho:
“El Comité Olímpico Colombiano no es la obra de algún iluminado, sino la sumatoria de muchos aportes, de quienes a través de la historia han tenido la dignidad y responsabilidad que tengo hoy en día. Con seguridad, algunos han aportado más que otros, pero todos han dejado una huella indeleble, que es la que nos permite trabajar con seguridad en el presente”, opina.
El actual presidente del Comité Olímpico Colombiano confiesa que recibió una entidad en el más alto nivel de eficiencia y él lo que ha hecho es ponerlo a interactuar con sus interlocutores naturales: los miembros de la comunidad deportiva.
Esto dice el actual zar del deporte colombiano: “Hoy me siento satisfecho, porque son muchas las personas, entidades y empresas que se han acercado, gracias a la confianza que inspira el COC. Y esa confianza se ha ganado porque hemos abierto sus puertas y mostrado a una entidad amigable y compatible con quienes quieran relacionarse con nosotros y nosotros con ellos.
“Históricamente, el COC se ha limitado a recoger los frutos de los deportistas que llegan al vértice de la pirámide. Ahora queremos no recoger los frutos, sino participar en el proceso de formación, a partir de la selección de las mejores semillas o talentos y apoyarlos en toda su etapa de preparación”
La importancia del deporte universitario
Baltazar Medina considera que el deporte universitario, que en países como Estados Unidos constituye la base de la alta competencia, debe ser una prioridad en Colombia.
Cree que los muchachos llegan a las universidades entre los 16 y los 17 años con importantes bases técnicas, y la universidad los presiona con exageradas exigencias académicas y termina obligándolos a desertar del deporte. “En muchas universidades –dice- se piensa que los estudiantes tienen que estar sentados horas y horas oyendo a un loro hablar y hablar, unas teorías que tienen que memorizar, muchas veces por fuera de su realidad. La educación es más práctica y debe estar ligada a la experiencia y al beneplácito que la tarea de aprendizaje brinda. Y el deporte puede contribuir a ese placentero proceso formativo, sin menoscabo del conocimiento.
“En este sentido, muchos padres también creen que sus hijos deben olvidarse hasta de vivir, por la necesidad de obtener un título para trabajar y ayudarles en su supervivencia o para asegurar el futuro con el que ellos sueñan. Y el deporte es un obstáculo. Este concepto tenemos que cambiarlo, para darle al deporte el valor que se merece, inclusive en el proceso formativo de los estudiantes”.
En este sentido, la actual administración del COC ha adelantado contactos con Ascundeportes, para articular políticas a favor del deporte universitario.
Ocho años han transcurrido desde cuando Baltazar Medina  asumió el cargo más importante de su vida, curiosamente, el único no remunerado. Y en ese tiempo ha alternado esta tarea con la gerencia de la sociedad de juegos de azar y con sus hijos Juan Pablo, de 39 años, ingeniero industrial y trabajador de Leonisa en Medellín, y Gloria María, de 37 años, técnico en finanzas y negocios internacionales. Pero el lugar más especial de su corazón lo ocupa Martín, su nieto de 19 años, hijo de Gloria María, con quien le gusta compartir casi todo el tiempo, cuando viaja a su tierra.
“El hombre para ser hombre, no debe ser batidor”
El resto del tiempo actual, Baltazar Medina lo ocupa en la casa paterna de Sopetrán, con sus hijos y su nieto o en tertulias con amigos, mientras disfruta, como buen paisa, de tangos que narran historias humanas y truculentas que salen de alguna rockola.
Historias como la del zurdo Cruz Medina, contada en Sangre maleva, su canción preferida, que rinde culto a los hombres que no necesitan ser soplones, para ser hombres :
La Boca, Avellaneda, Barracas, Puente Alsina, / el bajo de Belgrano y en el mismo arrabal / fue siempre respetado el zurdo Cruz Medina / por ser un buen amigo, muy noble y servicial.
Fue hombre entre los hombres, fue taita entre matones, / pasó su vida breve allá en el arrabal / donde se oyó de noche la ronda de botones / y en un café de barrio solloza un bandoneón.
Era un malevo sin trampas, sin padrinos ni agachada, / nada de compadrada, pero de temple y acción. / Caseros lo vio jugarse sin achicar la parada / y en el hampa está sentada su fama de gran varón.
Pero una noche de esas allá en Avellaneda, / guapiándole a la yuta por dentro el arrabal / sonaron cuatro tiros y sobre la vereda / caía Cruz Medina blandiendo su puñal.
Pronto saltó la bronca, cayó la policía / y en un charco de sangre al malevo encontró, / herido mortalmente, rebelde en su agonía, / pero con voz de macho, de esta manera habló:
“No me pregunten agentes, quien fue el hombre que me ha herido, / será tiempo perdido, porque no soy delator.
Déjenme, no más, que muera, y de esto nadie se asombre, / que el hombre para ser hombre, no debe ser batidor.
Cortesía Alberto Galvis Ramírez, Jefe de Prensa del COC

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